Escrito del 19 de Enero de éste año
Al límite de la muerte
No sé muy bien por dónde empezar éste escrito, hay muchas cosas por relatar que nunca había experimentado en la vida. Sí bien, mi memoria está más cerca de brillar por su pobreza que por su calidad, los sentimientos más intensos son marcas que se quedan para siempre, sean buenos o sean malos.
Éste último mes estuve sentado en el límite de ambos extremos de la existencia, particularmente de la muerte. Tuve mucho miedo como nunca en la vida lo tuve, tan orgulloso que siempre he sido como para que en ésta ocasión mostrara mis sentimientos en crudo a alguien ajeno a mi amor.
He vivido momentos que me han doblegado y me han dejado en el piso, pero ninguno como este. De la nada estaba planeando un suicidio, con la idea dando vueltas en mi cabeza cómo un ciclón. Busqué a mi mejor amigo para contarle mientras lloraba: otra vez estaba pasando, otra vez me había ilusionado con un futuro feliz, y tan fácil cómo vino, más fácil aún se estaba escapando. Nunca había sentido físicamente un dolor cómo ese, una explosión química que de inmediato me puso a temblar y a llorar, a revolcarme en mi silla, y a soltar todos mis pensamientos sin detenerme a ver qué salía de mí desesperación.
La idea era sencilla: caminaría en la noche por el bosque mientras daba mis últimos lamentos por lo que nunca fue; unos pasos de malabarista, hipócritas al fin de cuentas, hasta llegar a la mitad del lago, en dónde me dejaría deslizar hasta caer al agua, y en el fondo, dejarme atrapar por esa vegetación que le brindó un hogar a mi otro gran amor.
Tuve miedo, y recé.
Recé para tener fortaleza, recé para que se me borrara de la mente esa idea que me ahorcó hasta el límite que la vida misma lo permitía. En mi mente ni siquiera había espacio para considerar razonamientos o ideales que contradijeran lo que estaba haciendo, simplemente lo hacía mentalmente mientras lloraba, mientras le pedía a ella que no me dejara solo, que no me dejara a solas conmigo mismo y con el millón de desesperanzas que maquinaba mi cabeza.
¿A quién se le ocurre hablarle a una persona de mejoras a largo plazo y de quererse a sí mismo en un momento en el que la mecha ya se encendió?, y que lo único que necesita es que alguien la apague lo más pronto posible y como sea. Es decir, ya no hay futuro, si una persona te dice que se va a matar es porque ya no hay chance alguno de adoptar esos discursos baratos de superación, porque ya no hay un mañana para intentarlo.
En fin, las cosas no ocurrieron cómo me lo venía imaginando en las largas 9 horas de viaje. Sin embargo, el miedo no se iba, siempre pensaba que al día siguiente nuevamente me diría adiós. Fue cuando caí en cuenta de todo en lo que me había convertido: un retazo de varias docenas de inseguridades.
Cada día que pasaba a su lado regresaba a mí la tranquilidad, no obstante, siempre surgía la duda y yo sabía que tenía que soltarlo inmediatamente en cuanto aparecía, aunque por dentro hubiese algo que me dijera que hablarle de mis sentimientos sólo la alejaría otra vez de mí, como la última vez.
Sería más fácil la vida si nuestra mente fuera un libro abierto, o más que eso, una base de datos abierta a todos y con acceso en todo momento y en cualquier lugar. Tal vez así la empatía aparecería con un poco más de frecuencia. Tal vez así alguien a quien le dices amigo (a pesar de los acontecimientos) piensa no sólo en su bienestar, sino también en lo que te hace daño a ti y evita hacer esas cosas que te hieren igual que un puñal a fuerza desgarrando el corazón, por ejemplo.
El alivio que sólo brinda el amor
La verdad me duele mucho que digas que desearías tener cosas que me esfuerzo por darte
aunque en algún momento dudes con que unos malditos papeles armados por un oportunista valen más que todo lo que yo siento por ti, oportunista a quien decidiste mostrar tus debilidades y que no dudó ni un segundo en sacar provecho de ellas.
Sin salir mucho de ésta idea, qué increíble sería que no tuvieras que dudar ante la realidad irrefutable de que eres lo más importante en mi vida.
Me frustra decirte todos los días y todo el día lo que siento y que tú no te sientas amada, que pienses que no tienes alguien
El solo hecho de estar escribiendo esto y publicarlo me produce miedo, me produce miedo pensar que una vez más ante tus ojos sería un pobrecito y que abandonado y solo en la vida me iría mejor, para eso del crecimiento del que todos hablan y hablan sin parar. Nada me parece más absurdo que ocultar la verdad, y es por eso que muestro lo que viví, pensé y sentí, aunque toque escudriñar un poco. Total, solo deseo que tú lo sepas, y que cuando lo descubras me abraces tan fuerte que, sin palabras, yo sepa que nunca más me soltarás.
Esto se quedó incompleto, porque me pudo más la tristeza de pensar que no soy suficiente para tu corazón
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